A Paola Mascambruni
¿Y qué si no le pongo caricias al café
cuando despiertas?
Si el jadeo constante del vapor de la plancha
un día se detiene.
Si muere la aljofifa
por la huelga de celo de mis manos.
¿Qué dirías si juro que es la última vez
que uso delantales de desprecio,
que te limpio la cama con dolor y con sangre,
o saco la basura de tu infierno.
o arropo a los pequeños de ese aliento de rabia
que traes de madrugada?
Porque no quiero ser el ama de tu casa,
la sierva de tu gleba que ama y llora y sufre
y sueña y vela y calla.
Ya va siendo la hora de que salga a la calle
para gritarle al mundo que sola de esperanza
ya no puedo vivir.
ya no puedo vivir.
Que ahí afuera me esperan otras manos,
que no son del tendero de la esquina, el pediatra, el lechero
o el chico que te trae los paquetes de Ámazon.
Ya nunca más iré con el pañuelo
que oculta de mi rostro las trazas de tu ira,
el púrpura indecente de tus puños infames.
Ya no habrá más silencios, ni estúpidas excusas
de un golpe accidental.
No quiero ser el eco de horror en las noticias
porque súbitamente ya no haya marcha atrás,
y mi carne redima un lecho de amapolas
cuando llegue el instante de tu juicio final.